Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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1646
Legislatura: 1898-1899 (Cortes de 1898 a 1899)
Sesión: 8 de junio de 1898
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 40, 1239-1040
Tema: Noticias del teatro de la guerra

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene S. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Señores Diputados, me levanto con una gran pesadumbre. El Gobierno de S. M. ha recibido noticias de Filipinas verdaderamente poco satisfactorias, pero tal como las ha recibo, las ha mandado a los Cuerpos Colegisladores porque más que las noticias adversas, que en los pueblos viriles han de recibirse con calma y con serenidad para poder poner remedio, si el remedio es posible, para resignarse con la desgracia, si el remedio no lo fuera.

Me levanto, principalmente, a hacer esta manifestación: lo que me ha pasado en Filipinas es lo que consta en los partes publicados y que se han fijado en la tablilla del Congreso, ni más ni menos.

Desde el desastre de Cavite, la incomunicación con Filipinas ha sido tan grande, no sólo para nosotros, sino para nuestros enemigos, que apenas hemos recibido noticias de allí.

Se reducen sencillamente a tres cablegramas del capitán general , que han venido por la vía de Hong Kong, y a dos del gobernador militar de las Visayas, el señor general Ríos. Claro está que de la misma manera que el capitán general ha podido mandar los tres cablegramas a Hong Kong, supongo yo también que habrá mandado algunas cartas, pero el correo no ha tenido tiempo de llegar y estamos todavía sin saber los detalles de la catástrofe de Cavite.

Pues bien, estos tres cablegramas del capitán general se sintetizan es estas noticias.

Primer cablegrama. Daba cuenta de desastre de Cavite; pero con una gran serenidad y una gran calma aseguraba al Gobierno la conservación de la soberanía de España en aquella tierra, porque contaba, según decía, con la adhesión de los naturales del país, y los cabecillas de la anterior insurrección se habían presentado a él o empezaban a presentarse, y aseguraba que con la adhesión a España de los naturales del país no había temor de que la soberanía de España pudiera sufrir detrimento en aquellas islas.

Segundo cablegrama. Ya no expresa tanta confianza; ya no aparece con tanta tranquilidad, porque suponía que uno de los cabecillas que más ruido han metido en la última insurrección había llegado a Cavite en uno de los barcos norteamericanos, y que empezaba a trabajar a los naturales del país con su propaganda, que, en su opinión, eso hacía su efecto, pero todavía añadía: "Yo procuraré contrarrestar esos trabajos, y tengo esperanzas de poder contrariarlos."

Tercer cablegrama. Es ése de que tienen conocimiento los Sres. Diputados. Por lo visto, no ha po- [1239] dido contrarrestar los trabajos de ese cabecilla. Estos trabajos han hecho su efecto en los naturales del país, si no en todos, en una gran parte de ellos, y los naturales del país, por lo visto, en lugar de ponerse al lado de España, se ponen al lado de los norteamericanos. Ésta es la gravedad de la situación, porque claro está que si los indígenas se pusieran al lado de España, como en un principio parece que ofrecieron, llamando al norteamericano el enemigo común, entonces no habrían podido hacer nada. Podría hacer daño la escuadra americana en algunos puertos, en algunos pueblos de la costa; pero poner el pie en tierra de Filipinas, ¡ah! eso no hubiera sido posible. Ahora la situación se agrava desde el momento en que, si no todos, una gran parte de los indígenas se ponen enfrente de España y al lado de los norteamericanos. Esta es, pues, la gravedad de la situación actual, cuya magnitud yo no quiero ocultar ni la oculto; pero hasta ahora no hay ni más ni menos que esto.

¿Qué medios tiene el Gobierno para contrarrestar este grandísimo contratiempo? El Gobierno, lejos de cruzarse de brazos, hace todo lo posible para ver si remedia este mal, y detiene, por de pronto, los daños, que pudieran ser de graves consecuencias.

Pero, permítanme los Sres. Diputados que no diga aquí ni una palabra sobre esto porque lo que aquí dijera sería sabido a los pocos minutos por nuestros enemigos, y es conveniente que no lo sepan. El Gobierno, pues, apenado como está por esta situación, está tranquilo y está sereno. No perderá ni por un solo momento la calma y hará todo aquello a que le obligue el amor que tiene a su propio país y a su propio decoro.

El capitán general de la isla de Cuba me ha remitido un cablegrama que acabo de recibir en este momento. Dice así:

"Ruego a V. E. transmita al Congreso de los Diputados los sentimientos de profunda gratitud con que el ejército, la marina y los voluntarios de esta isla, y especialmente los que han tomado parte en la defensa de Santiago de Cuba, han recibido la felicitación que les dirige, dispuestos como lo estamos todos a combatir con el mayor entusiasmo a los enemigos de la Patria y defender la integridad del territorio español hasta derramar la última gota de sangre. -Blanco."

No tengo más que decir, Sres. Diputados.



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